martes, 3 de marzo de 2009

LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA COMO FACTORES DETERMINANTES PARA GENERAR PROCESOS DE EXCELENCIA ACADÉMICA A NIVEL DE EDUCACIÓN SUPERIOR


El presente texto, plantea una serie de reflexiones en torno a la lectura del capítulo 8: “educación para la ciencia y la tecnología” del libro: “Educación La Agenda del Siglo XXI. UNESCO /98”; centrado fundamentalmente, en la siguiente hipótesis de trabajo: ¿La ciencia y la tecnología son factores determinantes para generar procesos de excelencia académica a nivel de Educación Superior?

En primera instancia, la mejora de la calidad del servicio público y privado de enseñanza superior es una obligación de las universidades y de los gobiernos, autónomos y central; a cada uno le corresponde actuaciones específicas en el ámbito de sus competencias.

La universidad por su parte, está llamada a establecer un nuevo tipo de enseñanza desarrolladora, vinculada a los adelantos de la ciencia y la innovación tecnológica, con un nuevo estilo que rebasa los tiempos donde el maestro "enseñaba" y el alumno "aprendía", siendo este último simple objeto del proceso; se trata de que este nuevo estilo sea el de "aprender a aprender", que significa “enseñar al estudiante a que busque por sí mismo los conocimientos y que adquiera las habilidades necesarias para dar soluciones creativas a los problemas de la profesión que se le presenten, que desafíe los cambios mediante su capacidad para aprender permanentemente, que sea flexible para desempeñar una amplia gama de ocupaciones, afrontar la movilidad profesional y adaptarse rápidamente a las nuevas condiciones de trabajo, independientemente del nivel ocupacional en que se desempeñe” ( Abreu, 1996).

En este sentido, la educación superior está llamada a jugar un papel cada vez más importante no solo en la formación de profesionales, sino fundamentalmente en la generación de nuevos conocimientos, que respondan a las necesidades de la sociedad en el corto, mediano y largo plazo. Ahora bien, si nos referimos a la llamada sociedad del conocimiento, la formación profesional ya no solo debe centrarse en el desarrollo de ciertas habilidades especializadas, sino también de la capacidad para resolver creativamente los problemas imprevistos que se puedan presentar en la práctica laboral.

Por lo tanto, las instituciones de educación superior deben formar a los estudiantes para que se conviertan en ciudadanos bien informados y profundamente motivados, provistos de un sentido crítico y capaces de analizar los problemas de la sociedad, buscar soluciones para los que se planteen a la sociedad, aplicar éstas y asumir responsabilidades sociales.

Para alcanzar estos objetivos, puede ser necesario reformular los planes de estudio y utilizar métodos nuevos y adecuados que permitan superar el mero dominio cognitivo de las disciplinas; se debería facilitar el acceso a nuevos planteamientos pedagógicos y didácticos y fomentarlos para propiciar la adquisición de conocimientos prácticos, competencias y aptitudes para la comunicación, el análisis creativo y crítico, la reflexión independiente y el trabajo en equipo en contextos multiculturales, en los que la creatividad exige combinar el saber teórico y práctico tradicional o local con la ciencia y la tecnología de vanguardia.

En este contexto los procesos educativos adquieren trascendencia y fuertes implicaciones hacia el futuro y en particular la Educación Superior constituye un espacio que cristaliza las múltiples facetas del desarrollo social, en aras de alcanzar la formación integral de profesionales, lo cual implica que la universidad como institución social dirija su trabajo a alcanzar resultados prominentes; en la introducción , innovación y creación de tecnologías y en el descubrimiento científico; en el desarrollo y extensión de la cultura, en su participación comprometida con la sociedad; en fin, en la excelencia universitaria para reafirmar su relevancia y pertinencia.

Por ende, “la educación superior es esencial para crear la capacidad intelectual que permite producir y utilizar conocimientos y para promover las prácticas de aprendizaje permanente que requieren las personas para actualizar sus conocimientos y habilidades” (Miyahira J. M., 2007), se hace necesario indagar la naturaleza y características de las universidades en la perspectiva de considerarlas instituciones cruciales para la conformación, desarrollo y reproducción del núcleo central de las actividades decisivas en la conformación y expansión de la llamada "Sociedad del Conocimiento".

América Latina, por su parte, no está ajena a las profundas transformaciones que están ocurriendo en el mundo tanto en el campo económico como en el científico y tecnológico donde el saber, el conocimiento define todas las ventajas en el nuevo ordenamiento de las naciones, pero existen diferentes obstáculos y amenazas que los diferencia de los países desarrollados: “baja inversión en C y T con respecto al PIB, reducido número de científicos e ingenieros, desbalance en la formación de investigadores a nivel de doctorado, reducido gasto en C y T, relación inversión pública y privada significativamente diferente, poca contribución de la I+D a los problemas nacionales, entre otros” (Abello R. y col., 2001).

Es por ello que la región requiere del apoyo de una sólida base científica, de una capa social suficientemente fuerte en el manejo del conocimiento para poder apropiarse rápidamente de las innovaciones científicas y recuperar la senda del crecimiento y el desarrollo. Para superar estas desventajas no basta solo con crear potencialidades en I + D e incorporarlos, sino también “atender el enriquecimiento progresivo del recurso humano, lo cual puede lograrse a través del postgrado” (Elkin M., 1992, Alfonso R., 1996).

Pero el postgrado en los países de América Latina ha tenido un desarrollo acelerado pero desigual en términos de modelos, fines, propósitos, alcance y consolidación. “Los doctorados en específico se sabe son pocos y de incipiente desarrollo y buena parte de ellos se concentran en Brasil, México, Chile, Cuba, Argentina y Venezuela, situación que se torna crítica”. (Cruz V., 2006). La región por tanto necesita de un gran esfuerzo de investigación, un desarrollo continuo de la capacidad de aprehender el conocimiento, de una capacidad competitiva adquirida y comprobada frente a la comunidad científica internacional para seguir el ritmo de la innovación científica.

“Excelencia académica, pertinencia social, investigación científica como centro, diseño curricular que contemple junto a la formación científico-investigativa y profesional el desarrollo de valores éticos, reflexividad y compromiso social, actualidad científica, flexibilidad en la ejecución de los programas, carácter multi, inter y transdiciplinario del objeto de estudio así como fomento de la gestión de la calidad, deben caracterizar al postgrado para lograr el profesional que demandan nuestros países” (Sanz T. y col., 2002).

En este contexto, las universidades tienen sus funciones que cumplir. La primera función de la universidad es la formación no solamente de sus estudiantes, sino también la transmisión de sus posiciones a la sociedad. Esto quiere decir que hay que enseñar a aprender y, a su vez, aprender a enseñar.

La segunda función es producir conocimientos, es decir, investigar. Esta función supone, en primer lugar, tener capacidad para producir nuevos conocimientos innovadores y, en segundo lugar, dotarse de un profesorado con capacidad para competir en este campo.

La tercera y última función, es la social. Aquí la relación sociedad-universidad no puede ser contemplada hoy como hacíamos una generación atrás. Ni entonces, ni actualmente, ha sido demasiado intensa la preocupación de los dirigentes políticos o económicos por las actividades universitarias, de las cuales, a menudo, han desconocido datos elementales tanto en lo referente a su actividad, como a su organización. Para orientar esta relación de acuerdo con lo que nuestra sociedad pide, es indispensable seguir ampliando el intercambio de información entre universidades, responsables políticos y dirigentes sociales y económicos. El principal desafío que enfrenta la educación latinoamericana es el de enfrentar adecuadamente el ritmo veloz del desarrollo tecnológico y las demás transformaciones del mundo contemporáneo.

Pero el gran desafío que tienen los académicos es la decisión de adoptar una postura ante la problemática social, adoptar nuevas formas de pensar y de actuar en el cambiante entorno conformado por un mundo cada vez más complejo y globalizado.

Finalmente, los problemas de la actual sociedad latinoamericana son tan complejos que se requiere del esfuerzo común de todos los académicos, con un enfoque multidisciplinario para enfrentar en conjunto los problemas y aspirar a un proyecto social general. Pero se requiere de una conciencia colectiva que sea capaz de discutir el cambio, enfrentarse a él y tener una gran voluntad para actuar y sobre cada una de las circunstancias para salvarnos a nosotros mismos. Esta es una tarea compleja, supone un esfuerzo no solo intelectual, sino de toda la sociedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario